Llegaste durante el primer eclipse. Desde ese momento todos te mirábamos. Los pájaros revoloteaban a tu alrededor.
Parecía no existir nada más. Rápido, in crescendo, la gente no podía hacer otra cosa, incluida yo.
Pero había alguien más, alguien que siempre había estado allí, aunque ahora nadie pudiera verle.
Oculto, saludaba con la sonrisa más bonita que tenía sin recibir respuesta.
Y tú te fuiste, dejándonos a todos una extraña sensación de incertidumbre. Y también de haber perdido el tiempo.
Es entonces cuando me giré y le vi. Sí, siempre había estado allí, aunque nadie se había preocupado por buscarle.
Le saludé y sonreí. Porque nos iba a arropar incluso en los momentos en los que estábamos ciegos.
Gracias Sol.
Foto: Photo by Andrew Preble on Unsplash
Deja una respuesta