Retumba el silencio a mi alrededor,
el vacío inunda mis tímpanos.
Me hago el sordo y finjo oídos locos
mientras rezo por dentro en monosílabos.
No, no, y mil veces no; otra vez,
comienza, como siempre, la función.
Se coloca lenta mi orquesta hueca
y entre todos se alza el director.
Eleva en un sucinto movimiento,
tan noble y tan preciso como afónico,
la batuta que han de seguir sus cómplices.
El mutismo es general entre el público.
Con una estocada muda señala
la sección de viento, mas tocan calma.
Otro estruendoso aspaviento acallado:
¡Ahora violines! Suena igual: nada.
Y así continúa una y mil veces,
es la banda sonora de mi vida.
Y lo peor de todo este silencio
es que mezcla verdades y mentiras
Foto: @mar_cobo
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