El tiempo, últimamente, se me escapa de las manos
y no hay forma humana de retenerlo.
Excepto en el sueño, que por serlo se me hace llevadero
(algunos incluso lo calificarían de placentero)
las horas pasan lento, y rápido, y lento…
En un juego que me atraganta cada dos por tres con su inconsistencia.
Lo que me inspira, en este contexto de absoluta locura,
es irónicamente fácil de nombrar, pues de su existencia todos saben,
intiman muchos con ella y suele ser, por carácter quizá,
amistosa con casi cualquiera: la vida.
Vivir me mantiene viva, me llena de calor humano
y me hace sufrir. Es mi camarada y mi enemiga,
amo su cultura y su arte, su ingenio y su ironía.
La vida me hace sabia al dejarme cuestionar, preguntar, pensar.
Y sin embargo, frente a todo, su silencio es lo que más me duele,
esa forma de ignorarme y hacer de mis injerencias monólogos
sin gracia de una pobre idiota desesperada y sola.
Si me preguntan qué es aquello que me hace seguir
yo no puedo más que señalarla mientras me postro a sus pies,
pues es verdad que a ella le debo todo lo que soy y debo ser.
Por ello, no me tengáis en cuenta que os abandone a vosotros
en un momento como este, para irme a vivir la vida con ella.
Facebook: Elena Solé
Foto: Ídem (Fotografía tomada del Muro de Berlín)
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