Un minuto más para las diez.
Aún recuerdo el día en que me suplicaste que no fuera,
que dejara al destino el trabajo de los dioses,
que no me inmiscuyera en lo que a mí no me afectaba.
Pero fui. Fui, y esa fue mi perdición.
Ahora, pálida como la piel de la luna,
enterrada sin entierro en las sombras del recuerdo,
tiemblo por dentro de pensar que sigo viva
aunque ya no sé por cuánto tiempo.
Un suspiro con sabor a tierra húmeda,
a muerte. Como todo en este maldito agujero.
Apenas veo entre la tiniebla de mi temor
y la oscuridad que me rodea. Alguien se acerca.
Cierro los ojos. Nada.
Sólo el latir de mi corazón.
Suspiro. Creo que entra aire.
El gruñido de un hierro viejo y–
.
.
.
Nada más.
Facebook: Elena Solé
Foto: Martin Collazos en Flickr, editada.
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