Recuerdo el día que tu mirada
dejó de hacerme daño,
antes solo había membranas de dolor,
me taladraban el alma,
hasta que desenredé mis te quieros,
hasta que comprendí
que te quería por encima de todo
pero eran nada las fuerzas
que tenía para decirme que te amaba.
Empecé a verme con tus ojos,
subía a lo alto de cada constelación
sin superar el luto
que Plutón hacía en mis costillas,
y entendí más que nunca
el significado de «saudade»,
comencé a traducir las caricias a quimeras.
Ya no estabas,
no había contador de sueños,
no había koalas que me abrazaban
cuando tú no estabas,
solo quedaba una almohada
a la que contar historias
mientras me prometía
que el dolor nunca más superaría a las dudas.
Ahora todo lo ocupa la niebla,
una bruma por la que me volví ciega,
una mordaza que no me deja soltar
lo más puro de mi existencia.
Yo,
que me prometí que nunca rompería tu fe,
que tu paz sería mi religión,
descompuse tu interior y torturé tu corazón, ahora que descanse en paz,
la resurrección está cerca.
Foto: @meryhm27
Deja una respuesta